En 1892 Elizabeth Cady Stanton, sufragista, abolicionista y pionera en la lucha por los derechos de las mujeres, escribió un discurso de hondo calado feminista y existencialista en el que defendía la plena autonomía de las mujeres basándose precisamente en la inconmensurable y radical soledad de todos los seres humanos. Negar a las mujeres una buena preparación y un pleno desarrollo de sus facultades sería atentar contra la mitad de la humanidad, estando como estamos todos condenados y obligados a depender de nuestros propios recursos ante los envites de la vida. De manera sencilla e incontestable, Stanton ofreció argumentos demoledores en favor de la independencia y la libertad femeninas. Ese memorable discurso, que aunaba de manera tan bella como sugerente la urgencia política y la hondura filosófica, llevaba por título La soledad del ser y es ya historia en mayúsculas del feminismo estadounidense.
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