Irónica, mordaz y divertida, “El Agrio” es un pequeño tratado sobre los meandros que puede llegar a trazar el sinuoso río de la expectativa amorosa.
El Agrio es Bruno, y la narradora, quizá para su desgracia, se ha enamorado de él. Mucho más: se ha vuelto loca por él. El Agrio siempre llega tarde a las citas y no suele informar de sus planes, es dado a los accidentes y deshace los envoltorios con sumo cuidado. Es uno de esos espíritus dotados para apreciar la belleza de lo cotidiano. Tiene una delicada relación con los objetos, pero es más descuidado con los seres no inanimados y no valora las atenciones de nuestra encantadora protagonista.
Mréjen analiza esta historia de amour fou como un médico forense la escena de un crimen, pero será el lector quien tenga que extraer las conclusiones: muchos se reconocerán en las peculiaridades de esta relación imposible llena de contestadores automáticos averiados y regalos por correspondencia.

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