La voluntad de Benjamin con este libro era, en palabras de su amigo Adorno, «contemplar todos los objetos tan de cerca como le fuera posible, hasta que se volvieran ajenos y le entregaran su secreto». Y este secreto nos habla tanto de nuestra manera de relacionarnos con las cosas de la vida cotidiana como de los sueños que proyectamos sobre ellas: en los paisajes dibujados en los sellos y los billetes o en la experiencia de la infancia como la de un tiempo proyectado hacia el futuro.
Benjamin dio con una escritura que se emancipa del «gesto universal del libro» y apuesta por un nuevo modo de entender lo estético en folletos y carteles, en archivos y catálogos, en la resistencia a desaparecer del efímero tiempo de la vida. Desde su publicación en 1928, su influencia no ha dejado de crecer.

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