Había pocas probabilidades de que Nobunaga, primer unificador de Japón, y Yasuke, el esclavo, se conocieran. Menos aún de que acabaran apreciándose mutuamente.
Sin embargo, el daimio compró a Yasuke a su amo jesuita para entretenerse con él, luego lo convirtió en su guardaespaldas y, por último, en su hombre de confianza. Hasta que surgió un vínculo de amistad con aquel al que el populacho denominaba Kuro-san; es decir, señor Negro.

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