Soror. Mujeres en Roma

Soror. Mujeres en Roma

«Te esperaré, hermana», escribió, de su puño y letra, Claudia Severa a su amiga Sulpicia Lepidina, en la invitación a la celebración de su cumpleaños en un fuerte perdido junto al muro de Adriano. Son los suyos dos nombres de los muchos que mencionará este libro, Soror. Mujeres en Roma. Nombres de esclavas o de emperatrices, de niñas o de ancianas, de trabajadoras o de sacerdotisas, célebres algunos de ellos, pero casi desconocidos la mayoría. Las mujeres romanas, como cualquier mujer en cualquier sociedad, tenían diferentes formas de vivir, pensar y sentir. No existe la «mujer romana», existen muchas formas de ser mujeres en Roma. Una campesina de Hispania no tenía las mismas preocupaciones vitales que una rica matrona romana, pero algunas líneas las unían a todas: los peligros del parto, el sometimiento a la legislación, la visión masculina, las normas morales y sociales que las constreñían… No sabemos demasiado sobre estas mujeres romanas, a menudo poco más que un nombre sobre una desgastada lápida, no recibieron un enternecedor poema a su muerte ni tuvieron una vida épica o heroica. Pero merecen ser nombradas, volver a ocupar un hueco en una historia –esa historia de batallas y de generales escrita por los autores clásicos, hombres– de la que fueron expulsadas y de la que nunca, con toda probabilidad, se sintieron parte. Merece la pena recordarlas, aunque sea durante los breves segundos que pasamos la vista por sus nombres para olvidarlos después. Merece la pena volver a poner por escrito los nombres de esas mujeres que no cambiarían la historia ni desafiarían los roles de género ni fueron grandes reinas o guerreras, pero sí fueron madres, hijas, hermanas, amigas o amantes que alguien recordó con ternura. Ellas son mucho más historia, en realidad, que Cleopatra o César, aunque sobre ellos corran ríos de tinta.

Editorial: Desperta Ferro Ediciones SLNE
Colección: Historia antigua
Autor: Patricia González Gutiérrez
ISBN: 9788412221336
Edición: 1ª (outubro 2021)
Páginas: 296

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«Te esperaré, hermana», escribió, de su puño y letra, Claudia Severa a su amiga Sulpicia Lepidina, en la invitación a la celebración de su cumpleaños en un fuerte perdido junto al muro de Adriano. Son los suyos dos nombres de los muchos que mencionará este libro, Soror. Mujeres en Roma. Nombres de esclavas o de emperatrices, de niñas o de ancianas, de trabajadoras o de sacerdotisas, célebres algunos de ellos, pero casi desconocidos la mayoría. Las mujeres romanas, como cualquier mujer en cualquier sociedad, tenían diferentes formas de vivir, pensar y sentir. No existe la «mujer romana», existen muchas formas de ser mujeres en Roma. Una campesina de Hispania no tenía las mismas preocupaciones vitales que una rica matrona romana, pero algunas líneas las unían a todas: los peligros del parto, el sometimiento a la legislación, la visión masculina, las normas morales y sociales que las constreñían… No sabemos demasiado sobre estas mujeres romanas, a menudo poco más que un nombre sobre una desgastada lápida, no recibieron un enternecedor poema a su muerte ni tuvieron una vida épica o heroica. Pero merecen ser nombradas, volver a ocupar un hueco en una historia –esa historia de batallas y de generales escrita por los autores clásicos, hombres– de la que fueron expulsadas y de la que nunca, con toda probabilidad, se sintieron parte. Merece la pena recordarlas, aunque sea durante los breves segundos que pasamos la vista por sus nombres para olvidarlos después. Merece la pena volver a poner por escrito los nombres de esas mujeres que no cambiarían la historia ni desafiarían los roles de género ni fueron grandes reinas o guerreras, pero sí fueron madres, hijas, hermanas, amigas o amantes que alguien recordó con ternura. Ellas son mucho más historia, en realidad, que Cleopatra o César, aunque sobre ellos corran ríos de tinta.

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